jueves, 13 de agosto de 2009

LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA (TÍPICO RELATO)

Me llamo John, pero en mi país de origen prefieren llamarme Juan desde el día en que un señor vestido para la ocasión, copón en mano, vertió cierta cantidad de agua residual en mi cogotera acunándome tan bíblico nombre para el resto de mis días.

Puedo comer, tengo techo y pago mis impuestos, siempre que puedo, gracias a un trabajo en el que acabé por unos motivos que no viene a cuento narrar y del que he hecho un modo de vida a pesar de ser la causa de tres divorcios, tres pensiones y un alcoholismo crónico disimulado con dignidad de cara al vecindario; o eso creo.

Sí, soy como imagináis…un tipo rudo, algo hastiado de la vida, barba de cuatro noches y dos grandes bolsas lilas bajo unos ojos melancólicos como el jazz que ahora mismo suena en mi grisáceo despacho destartalado vagamente iluminado por una anodina lámpara barata, a mi izquierda una botella medio vacía (no medio llena…) de Rack Paniels, a mi derecha un papagayo azul disecado, restos de kleenex petrificados debajo de la silla y un ventilador oxidado en huelga perpetua colgado del techo del que pende una cuerda siempre socorrida llegado un mal momento…visto pantalón bombacho, camisa de rayas old fashion, tirantes monocolor y un sombrero estilo gángster colgado ahora en un perchero marrón ébano cortesía de la última mujer que compartió el asiento de atrás de mi Cadillac en una noche más de efímero amor carnal en lo alto de una colina con vistas a una gran ciudad cuadriculada iluminada de neones pastel, metáfora visual de esta vida cuadrada sin sentido, una rata apestosa acaba de pasar por encima de mis zapatos de piel pero me da igual porque estoy medio ebrio y por una vez que me decido a escribir, a sacar la mierda que acumulo dentro, no lo voy a interrumpir por culpa de un nimio mamífero roedor compañero de habitación al fin y al cabo…agh…ahora acabo de escupir hacia más a la derecha en mi escupidera de mármol negro obsequio de un diplomático ruso al que salvé el culo tras ser acusado de prevaricación y tráfico de influencias en la costa sur donde sus amiguitos en los ayuntamientos, rellenos de botox hasta las nalgas y de dudable moral, especulan y montan orgías amenizadas por famosos cantantes pop que cobran lo que un fontanero en un mes de trabajo…es un esputo verde síntoma evidente de la corrosión alveolar producto del vicio empaquetado con el que me auto-destruyo compulsivamente porque esta vida es como un pastel de cartón, parece bonito y apetecible pero cuando le hincas el diente te das cuenta de que no te vas a comer nada…agh…. dice mi psicóloga (que ya ha probado el asiento de atrás) que debo expresar mi resentimiento vital, que me refugio en el trabajo y en ambientes sórdidos proyectando en este comportamiento noctámbulo una introspección originada en la infancia a causa de un trauma enquistado en el pozo oscuro de las emociones, por culpa de unos padres periféricos y ausentes que se mataron a trabajar para tirar adelante un humilde hogar de inmigrados del campo y que no entendían de pedagogías correctas o sostenibles…fumo tabaco negro compulsivamente y en realidad soy un corderito con piel de lobo, sí, exactamente como lo habíais imaginado, como en las películas donde actores de buena facha hacen el papelón, pero esos tipos posan y se van, dicen cuatro frases y vuelven a ser ellos mismos, yo en cambio, soy lo que escribo, un detective, un aventurero decodificador de enigmas, mercenario de la investigación al mejor postor, me pagan y callo o hablo según el grosor del fajo de billetes con el que compran mi ética; antes trabajaba en la policía, pero sí, lo habéis adivinado, me echaron por nervioso, métodos demasiado ortodoxos y tendencias autolíticas decía el informe burócrata de asuntos internos; lo sé, disparar a un gato no es la mejor manera de hacerlo bajar de un árbol, a veces no controlo mis impulsos (¿será el trauma infantil, coqueta psicóloga?), soy un tipo de acción, me va la marcha y me salto la ley si ésta encubre al ladrón, si ésta justifica lo injustificable…no quiero medallas, sólo otro trago de mi antídoto a la vida…y pensaréis que soy un fantasma si os describo cómo planté cara a una cuadrilla de hooligans británicos drogados hasta las cejas que quemaban contenedores y cantaban canciones de la tuna bastándome tan sólo de mi pragnum 9 cms traída de la última guerra en la que trabajé, porque sí, os habéis anticipado, después de que me echaran del cuerpo policial me alisté en una empresa de seguridad privada especializada en complementación logística y apoyo en combate de tropas occidentales en naciones orientales, el trabajo sucio, vamos; era por dinero, no creo en patrias gobernadas por acomodados fumadores de puros y organizadores de orgías pop, creo en el dinero y en obtener una retirada generosa en alguna isla del caribe donde beberme cuatro batidos con ron cada mañana, ir a pescar por la tarde y piropear a las nativas. Un jubilado con estilo. A mí, esta ciudad de muertos vivientes no me entierra, estas calles son el puticlub del que hay que pagarse el rescate para ser libres, sí…soy un idealista, y esa es mi norma de vida…como el jazz que suena, sí Charlie…tú sí que la soplabas bien no como esos mafiosos que vienen aquí a ofrecerme protección, panda de ignorantes.

Cuando voy pedo la música penetra por mis oídos como una cascada de tonos multicolor, floto, nado, buceo entre notas policromadas, esencias que me llevan a otros mundos, aterciopeladas caricias de saxofón, acometidas percutivas, voces sensuales como los jadeos de las afortunadas invitadas a mi asiento de atrás…

Era una tarde gris de un noviembre al uso, llovía, no mucho, lo justo para sacar del cajón mi querida botella de whisky aranés; tres sonoros golpes en la puerta; era James (Jaime) el Tiragujas, no me preguntéis porqué le pusieron ese apodo; el chaval venía nervioso, le temblaban las manos y sudaba a mares.

-John, me envía Lucas Lucano para decirte que si en 24 horas no abandonas la ciudad ya puedes buscar un buen escondite, que te pillará y acabarás flotando como una rata en el puerto…

-Vaya con el mafioso este, así que ahora quiere deshacerse de mí el muy canalla…sabía yo que hacer tratos con estos carbonaras no era buena tinta para escribir…

-¿tinta para escribir John?

-déjalo James, no tienes la culpa de no haber tenido acceso a la escuela secundaria y malversar tu post-adolescencia esnifando sustancias prohibidas con los consiguientes daños colaterales que ello ha causado en tu desarrollo cognitivo…quiero decir que esta gentuza nunca son de fiar, ya lo ves chico el palo que gastan…ahora mismo vas a Lucas Lucano y le dices de mi parte que no me da ningún miedo, que me paso sus amenazas por el escroto, que se persone aquí como un caballero para resolver este malentendido…

Nada más salir James del despacho una potente luz verde proyectada desde el cielo lo cegó todo, como un tupido manto luminoso que nada bueno presagiaba…¿qué era eso?, ¿de dónde mandangos procedía?...creo que ya tenía el caso de mi vida, a ese espagueti reconvertido en chulo de playa ya le podían dar betún…vale, me lo estoy inventando todo…James salió del despacho y me quedé dormido al momento, malditos ansiolíticos.

Me despertó el teléfono, regalo de otro diplomático lamesillas salvado de la hoguera por un servidor; era Tiffany, ¡oh! mi dulce muchachita, mi colibrí de ébano, mi linfocito… Tiffany, la única mujer por la que siento remordimientos cuando son otros labios los que saboreo, por la que el mundo tiene sentido cuando al despertar en una cama de la que no recuerdo la propietaria siento que debería ser ella la que ahí yaciera con un pecho al aire y carmín en la almohada; mi bombón tropical… siento que debería ser ella la que compartiera el zumo de vitaminas anti-resaca, la ducha caliente, el paseo por la playa, las tardes en la bolera,…sí… Tiffany es lo más parecido a un amor imposible.

Hija de un acaudalado constructor y de una cantante de ópera cocainómana, ambos originarios de Samoa Central, nuestra relación no consumada se remonta a los años en los que yo trabajaba para su respetable padre, al que servidor, el mejor repartidor de ladrillos del distrito norte, no caía nada en gracia pues veía en mí un mal pretendiente para su sobreprotegida hija mayor, un paria bien aplicado en el trabajo pero mal encaminado en modales; claro, para una mente burguesa y conservadora es un agravio desposar a cualquiera de sus descendientes, encima la heredera primogénita, con un subproducto de las clases bajas, hijo de la calle. Pero nuestro amor, a todas un Romeo y Julieta en toda regla, un west side story, siempre ha sobrevivido a las injusticias impuestas por la impuesta coyuntura socio-cultural; Tiffany, con apenas veinte años fue entregada en matrimonio a un pijo arrogante de apellido rimbombante que la encerró en una jaula dorada con forma de casa con piscina y servicio, le hacía el amor (si lo había) por cumplimiento y relegaba a una vida social aburrida y tediosa basada en tardes de té y dominó en el club social, fines de semana solitarios por negocios del marido y que para cerciorar con saña el contrato matrimonial dejó preñada en dos ocasiones, fallidos intentos pues el poder de la mente es poderoso y Tiffany, mi lindo clavel dorado, no daría descendencia al engominado picapleitos de nombre pasteloso.

Sí, es por ella que ahora brindo mi copa bajo esta luz mortecina de papel maché, lámpara Ifea modelo Färmstrong; es por ella que mi corazón da brincos cuando al descolgar el teléfono oigo su voz dulce, su susurro melancólico pronunciando mi nombre con el más sensual de los interrogantes…

-Juan…¿cómo va todo?

…bien, muy bien cariño…para ti siempre estará todo bien aunque me pierda por los callejones oscuros de la vida; te amo desde el primer día en que te ví, ladrillo en mano; llevabas ese vestido de verano estampado en flores; nos fuimos conociendo, primero poco a poco, tímidos los dos, después compartiendo los ratos posibles a escondidas de la vigilancia paterna; tratando que nadie se percatara algunas tardes nos íbamos a las afueras y pasábamos el rato charlando, riendo, jugando, despertando nuestra fresca juventud y nuestros rutilantes corazones; eres tú la única mujer por la que lo dejaría todo, y sé, lo sabemos, sabemos que el otro lo sabe, que lo dejaríamos todo y nos fugaríamos al lugar más recóndito para disfrutar de nuestro amor…pero hay algo, los senderos inescrutables de nuestras vidas, las circunstancias , que nos lo impide; tú dejaste a ese capullo desflorido y el mismo día que lo humillabas, como se lo tenía merecido, te subiste al coche y poseída por un ansia de libertad demasiado tiempo acumulada, desapareciste; deambulaste sin rumbo meses, escapando al galope como un caballo desbocado; de ciudad en ciudad te perdiste en las catacumbas de la civilización, anduviste los lugares más prohibidos, hiciste tu propia bajada a los infiernos con la que exorcizar tantos años de sutil pero eficiente represión patriarcal, ahogaste el anhelo de la niña que quería ser mujer en nieblas confusas y despertaste mujer entera, dueña de sus riendas, jinete solitario… y yo sin saber de tí temiendo que quizás no volvería a verte, lo dejé todo, fui en tu búsqueda y ahora ya saben los lectores cómo empecé en el oficio, siguiendo tu rastro de antro en antro, de fumadero en vertedero, preguntando, fingiendo ser el más rudo de los proxenetas, el tratante de mujeres con falso acento extranjero interesado en la más codiciada de las musas del placer de pago. Recorrí tugurios, pagué las copas a unas cuantas alimañas dignas del peor basurero, cambié de matrícula varias veces, incluso utilicé pelucas, todo ello para finalmente irrumpir con una recortada en cada mano en esa habitación lúgubre en la que un viejo con el miembro fláccido quería que le recitaras a Homero vestida de torero mientras un periquito teñido de rosa y atado a una mesa silbaba el himno de su equipo preferido de fútbol porque era lo único que se la ponía dura; con lo puesto salimos esquivando las balas de esa panda de matones de gimnasio que habiéndote engañado y retenido bajo amenazas se llevaban la mitad de tus ganancias; arrancamos el Cadillac (recién comprado entonces) que como había visto en las películas siempre hay que dejar aparcado delante del lugar del que habrá que salir con prisas, llave en el contacto claro; sin levantar el acelerador cruzamos el país hasta llegar a nuestra querida ciudad, directos al piso que te había comprado con los ahorros de miles y miles de ladrillos repartidos, situado en el paseo marítimo, primera línea de mar, como tú siempre habías soñado, mi bello rocío del alba…

-tengo que decirte algo juan…
-llámame john…
-vale John…no puede ser por teléfono…me paso por tu despacho en una hora…
Rápidamente fui al lavabo a provocarme el vómito; en una hora Tiffany llamaría a la puerta (sí, lo habéis adivinado, la parte superior de la puerta es un vidrio translúcido con una inscripción en la que se lee: “John Garcia, Detective Privado”, algún gracioso había escrito con rotulador permanente justo debajo: Detective Mamado…jajaja…me parto, como su hueso encefálico el día que lo pille…) y el amor no consumado de mi vida no podía encontrarme espatarrado en la silla babeando de lado a causa de los tres somníferos que me había tomado tres parágrafos arriba.

La melancolía me consume rápido, como un leño seco; soy consciente de estar rozando la obsesión; con lo que cuesta una caja de coñacs podría comprarme un kit entero de pinturas, caballete y pinceles y pasarme las mañanas de resaca plasmando en arte las inquietudes que acechan a este corazón atenazado. Pero no lo hago. Cuando llevas mucho tiempo navegando en los mares etílicos pierdes de vista la costa, los horizontes son iguales mires hacia donde mires y lo único que mueve el barco son los vapores del etanol corriendo por tus venas, inflándolas cual velas curtidas en mil tormentas; soy marinero de alta mar, macerado pirata oceánico sin rumbo entre olas burbujeantes, prisionero de caprichosas sirenas que con sus cantos me engañan no llevándome a ningún puerto…me siento poeta mecido por las olas, funambulista en la cresta que rompe y vuelve a erguirse tenaz tras sortear otro naufragio…pasan las horas, vasos vacíos a mi alrededor, un coleóptero preocupado por encontrar restos nutritivos entre mis archivos parece saludarme con sus graciosas antenas…sí…el coleóptero lo ve todo, percibe cada uno de los estímulos, no se le escapa ni una a este ser vivo… eso es lo que es, un ser vivo y nada más, no como muchos de nosotros que somos seres medio vivos, de tanto razonar medio perecemos arrastrándonos por el limbo de la inopia existencial…yo también tengo antenas pero me cuesta trabajo mantenerlas activadas… joder qué pedo llevo, mi cuello dirige arbitrariamente la cabeza que a duras penas sostiene hacia puntos inconcretos de este habitáculo, y, en una reacción en cadena previamente ensayada seguro, los ojos inevitablemente son dirigidos como resultado de este extraño e involuntario proceso mecánico hacia puntos de difícil enfoque visual…pican a la puerta…paso…no me da la gana que me agüen la fiesta…fiesta de los sentidos…marineroo….olassssss….burbujas… cucarachas fisgonas…bueno, no insisten…será algún cliente que previo pago adelantado pretende que le consiga evidencias irrefutables de que su hijo fuma porros o que su socio efectivamente se las ha pirado a alguna isla de bello topónimo con el maletín rebosante de dinero negro…pues te jodes, así son los negocios…

…no sé cuánto rato habrá pasado…mucho, poco, algo, nada,… estoy sin tabaco así que bajo al colmado que llevan unos suecos muy majos a por provisiones; cuando me dispongo a salir veo que alguien ha depositado una nota por debajo de la puerta…

“Juan, unos alienígenas han invadido la tierra, llámame en cuanto puedas.
Tiffany.”

Vale, me lo he inventado; cuando me disponía a salir, había la siguiente nota:

“Juan, he venido, he picado a la puerta, te he llamado; sé que estás ahí, oía tus resoplidos…. Llámame en cuanto puedas.
Tiffany”

Vaya, qué desastre…

Lo primero que pienso es en masturbarme pero decido no hacerlo pues con ello mancillaría a través de una ineludible asociación de hechos-ideas-coyuntura temporal mis sentimientos hacia Tiffany; concluyo que es un mero impulso sexual proveniente de mi ansiedad, antojos del biorritmo, yo qué sé…aplazado el momento onanista, cuando por fin salgo de mi habitáculo me encuentro al otro lado del pasillo al mismo Lucas Lucano; no salgo de mi asombro, el mafioso habiéndolo percibido se dirige hacia mí con una medio sonrisa de soplamierdas total y con paso John Wayne cutreras me invita a entrar a mi despacho a lo que le respondo que soy yo quien le invita a pasar, que arreglaremos cualquier malentendido con unos tragos de Snifford…

-te tengo aprecio John, lo sabes; confío en ti, John, lo sabes…¿no?
-¿qué quieres Lucas?
-olvida lo anterior, lo que te he dicho a través del Tiragujas…
-¿…?
-tengo una propuesta, te va a interesar…mira, esto queda entre tú y yo, nadie más lo sabe; es digamos… un negocio redondo, totalmente novedoso…
-cuánto misterio; me estás intrigando…a ver, ¿dónde está la trampa Lucas?
-no, no…no hay trampa ni gato encerado..
-encerrado Lucas, encerrado…
-mira, la situación ha cambiado, la situación mundial, internacional, la de todo el planeta John, sí…para siempre…
-no sabía que ahora te metes la mierda que vendes Lucas…
-jajaja…el sano de John…mira, seré claro y conciso. Supongo que estarás al corriente de lo que viene sucediendo desde hace unas 24 horas en todo el planeta,
-a ver, infórmame…
-¿no te has enterado? ¡Nos han invadido John!, sí, los bichos verdes con antenas jajaja…has estado navegando ¿eh?, marinero borrachín…no te has enterado de una mierda…ovnis, alienígenas…todo se paró, luz verde, naves en cada ciudad, gobierno k.o, militares k.o, todo paralizado, ahora gobiernan seres venidos de otra galaxia…mira es muy fácil: nuestros nuevos dueños han venido a por una cosa: mano de obra, y nosotros tenemos que conseguírsela; negocio redondo. Nos perdonan la vida a cambio de llevarles carne humana, ¿qué te parece?
-ya…
-mira fuera de la ventana John, mira y verás lo que te estoy contando.

Era cierto; no sin esfuerzo desbloquee las persianas oxidadas, primero miré hacia arriba y vi el cielo que no era azul, había mutado a verde, un verde pastel; luego miré hacia la calle y efectivamente en medio de la plaza en vez de los habituales personajes, jubilados alimentadores de palomas de día y seres de polémica reputación de noche, ahora se hallaban distribuidos en grupos de dos y separados entre sí por una hilera de personas una especie de vehículos elevados a un metro del suelo de cuyos techos a través de una ranura emergía una horrible criatura semejante a una lombriz provista de armadura, de unos 3 metros de altura, parecía la encargada de distribuir a los enfilados humanos hacia uno u otro vehículo. Me quedé petrificado, el pedo se me pasó al instante. Cada lombriz haciéndose valer de un palo con soga retráctil separaba según género, edad y altura a la persona que coincidía con su criterio y con un rápido ademán la introducía dentro del vehículo… ¡qué fuerte!...las personas enfiladas no emitían ninguna queja, no ofrecían ningún tipo de resistencia, estaban como hipnotizadas, cabizbajas, sumisas, cual borreguitos hacia el matadero; una imagen dantesca digna de cualquier film ambientado en la Alemania nazi.

-¿dónde hay que firmar?- le dije con cara de pasmo a mi nuevo socio.

Lo siento esto no va a ser la típica historia en la que a partir de ahora la prioridad del protagonista masculino pasa a ser el rescate de su amor esquivando las más inverosímiles adversidades, recuperando a su media naranja imposible de entre el caos apocalíptico, matando alienígenas en plan machote para acabar con un plano secuencia con beso de tornillo en primer plano y la Tierra arrasada de fondo. No, el relato continúa con que acepté la propuesta de Lucas Lucano, visité la nave nodriza de nuestros nuevos aliados sapoformes y les juré obediencia y fidelidad a cambio de librarme en cuerpo y mente de trabajos forzosos en el planeta Uashipeich para el resto de mi vida a 200.000 años luz, donde las temperaturas nocturnas alcanzan los -180ºC, de día hace un calor asfixiante bajo una atmósfera marrón-glacé casi irrespirable, aunque lo bonito son los cuatro satélites que orbitan uno tras otro y confieren al paisaje cierta lisergia propia de un videclip de Pink Floyd en su primera época.

Tras unos meses en cumplimiento del deber en la Tierra como suministrador de mano de obra, conseguí mi licencia para poder establecerme en Uashipeich como un ciudadano terrícola más, emigrante asentado de pleno derecho; he de decir a favor de nuestros huéspedes que siempre he sido muy bien tratado sin percibir por parte de los nativos comportamientos racistas ni comentarios despectivos hacia mi origen, credo o aspecto físico. Mi integración en la sociedad klungui (nombre con el que se autodenominan los habitantes originales del mentado planeta) es casi total; gracias a los beneficios que me reporta mi puesto en la oficina central de la compañía de suministros humanos (C.S.H) como supervisor máximo, he tenido acceso a estudios becados en la universidad central planetaria (U.C.P) pudiéndo cursar la carrera de Misterios del Universo en la que aprendo muchas de las claves a las que antaño, en mi vida terráquea, me hubiera sido imposible acceder debido al sometimiento cultural, religioso y social en el que vivíamos. Por poner un ejemplo, comentaros unos hechos que de haberse conocido en su momento hubieran supuesto la desintegración, el derrumbe de los pilares sobre los que se sostenían nuestras creencias, historia y mitos. ¿sabíais que el pueblo klungui anteriormente a la citada invasión ya había realizado incursiones en la Tierra?, sin ir más lejos, bueno un poco sí, el hombre al que los humanos denominábamos Jesucristo no era otro que un enviado klungui que tenía como misión sondear el terreno y enviar informes detallados sobre características tipográficas, flora, fauna y todo tipo de información sobre el planeta; de hecho la palabra Jesucristo viene del klungui Je-Shu-Jrist que significa en dialecto norteño “al ataque”, e INRI significa “volveremos”; no puedo más que sonreír al recordar libros y películas como “El Código da Vinci”, o los discursos del Papa, o las tertulias en programas rediofónicos de misterio, o las webs esotéricas, o las películas de hollywood,…

En fin, espero que hayáis disfrutado con este relato.

Ahora soy una persona sana, no bebo, no fumo, como fotu (una especie de cuajada vegetal un poco sosa pero muy nutritiva) y sonrío feliz a la vida por las oportunidades que ésta nos brinda, sonrío al destino porque nunca uno sabe hacía dónde se dirige su humilde camino y personalmente me siento afortunado; sonrío al amor que me ha dado dos transklunguis preciosos, han salido clavados a los abuelos oye.

Y en los momentos tristes recordad que hay un futuro mejor quién sabe dónde en algún lugar del universo.

¡Saludos!,

como dicen por aquí: vutrwhe n gtrwhmn gpuhtewnc

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